domingo, 26 de septiembre de 2010

Diversidad en los Espacios de mi Mente

Roqué, Gustavo Fernando.
06 de Septiembre del 2009
Prov. de Buenos Aires.

Diversidad

   Hubo una noche, una tierna noche donde todo pareció real, el mecanismo de la materia sobrellevó las imágenes envolventes del paisaje angular. Un viaje, a lo oculto, que sembró plena curiosidad en mis allegados.
Siete lunas retoñas que duró un suspiro. No recuerdo el final, solo recuerdo los obstáculos.
Comenzó a ciento cincuenta y tres días desde el bisiesto, un viaje que recorrería rocosos desiertos, puros de soledad. Me encontré allí secado por el sol, por el aire y por el calor, sin provisiones, sin líquidos que saciaran mi sed. El día duraba quince minutos, la luz simplemente ojeaba al pasar por los acantilados. Caminaba, ya perdido por los valles. De a poco me deshojaba y mis lágrimas se secaban antes de tocar mis mejillas. El cielo de planetas marcaba el principio pero no donde se paraban mis pies. Caminaba, lento ya, y a lo lejos una cueva que llamaba al descanso.
No me apresuré, dejaba un corto espacio entre mis pasos, sin detenerme.
Aterrado por la oscuridad de la cueva, encendí unos cerillos, pero mi respirar sofocante interrumpía su escasa luz. El miedo comenzaba a paralizarme y cuando pude darme vuelta para iniciar la retirada ya no había entrada, mejor dicho no había salida. Me maticé con la dureza de las rocas, grité mucho, y mi propio eco me engañó hasta casi quebrar el endeble corazón. Perdiendo la timidez, comencé a dar los primeros pasos hacia una dirección incierta. El vacío del lugar inundaba mis pensamientos. Caminé día y medio según mi reloj cerebral, mis pies ya no soportaban el cuidado de pisar lo desconocido. Entre la miopía de mis ojos podía distinguir figuras en punta como estalagmitas, y fue entonces cuando luego de sorprenderme porque mi razón todavía respondía ante las circunstancias, pensé, las estalagmitas contienes minerales provenientes del agua, por ende, en esto, que lo llamé el estomago del diablo, cabía la duda de que hubiera agua. Desesperado pero tranquilo busque la fuente revitalizadora, cuando empezaba a sentir que las ropas se pegaban a mí como si fuera la propia piel, me hundí en un mar frío y deseado.-Era agua, es agua...-. Entre la desesperación de salir para no ahogarme y la felicidad de nutrirme, desvanecí. Podía pensar, creo que estaba consciente de mi muerte, y me dije -¿por que morir?-, abrí los ojos, por un segundo me quede paralizado,-puedo, no, no puedo respirar, pero no siento que mis pulmones adictos quisieran explotar. Nadé, demasiado, como si fuera un pez, ahí si perdí el tiempo, el hambre no me impedía nadar con libertad, y tampoco pensaba en el final. Algo llamó mi atención, una luz, un reflejo  que me invitaba a su descubrimiento.
 –Llegué-.  El reflejo se hizo a mis formas, un espejo que me reflejo sano, raro, pero infeliz. ¿Una señal?, quizás, hace tiempo que no me veía, pero, yo estaba demacrado, por la deshidratación y el hambre, en la imagen estaba perfecto, sin arrugas de antaño. Decidí tomar el espejo y cuando eso ocurrió la imagen se desvaneció. Inmediatamente apareció otro ser, extraño para mis ojos, murmuraba, y yo sin entender extendí mi mano hasta apoyarla contra el vidrio. Todo se nubló, el extraño ser se asusto, ¿Por qué? me pregunte yo. El nuevo visitante del otro lado se dio cuenta de algo que yo no. Mi mano traspaso el vidrio y paso hacia aquel mundo de rarezas como el ser que se encontraba allí. Hablamos de todo, planetas, estrellas, de su llamada tierra ubicada en una galaxia muy lejos de la mía, según mis cálculos. El extraño llamado… me invito a su mundo y le dije que sí pero que ahora estoy en medio de una misión, luego nos encontraríamos para conversar. Di media vuelta y me fui. El extraño desapareció junto con el espejo. Sentí un golpe en el corazón, la asfixia pensé, y nadé hacia la superficie oscura, al salir del agua retome la incierta ruta y seguí caminando. El extraño me hablo de una buena vida allí, me hizo dudar, pero debía continuar.
 Salí de la cueva, cinco lunas pasaron, creo, el horizonte se veía igual, valles, valles, y el cielo lleno de planetas y estrellas. Cuando en mi mente no cabía otra cosa que el regreso o el fin de este pasaje a la nada, entre los reflejos de la oquedad abundante el cielo desapareció. Ya no había nada, y las luces aparecieron, era mi hogar. Ascendí por los luceros, y en cuanto arribe mis superiores, hastiados de mi ingenuidad repitieron todos a la vez,- serás castigado por revelar los más ocultos secretos a seres inferiores. Tú has demandado al imperio a destruir a una civilización que no estaban en nuestros planes-.- ¡No!,- grité desesperado porque sabía que destruirían a mi nuevo y extraño amigo. Ya era tarde, su mundo fue destruido en los sueños humanos. El monopolio del imperio se había extendido absorbiendo un nuevo sistema planetario.    




 Roqué, Gustavo Fernando.

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