miércoles, 3 de noviembre de 2010

El Imperio de Dios...

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 Roqué, Gustavo Fernando
 03 de Noviembre del 2010
Prov. de Buenos Aires
El Imperio de Dios...


En los valles, se refleja la sequía abundante de la lluvia ajena a esos páramos. En los montes, los esqueletos de los animales muertos de sed y hambre que se retorcieron antes de partir. En las montañas se escucha el grito del viejo hechicero de la aldea que pide a Dios, comida, trabajo, salud, y paz entre los pueblos vecinos que atentan contra todo aquello que les parece extraño. El viejo paso  noches de invierno en los Andes suplicando. A los siete días, Dios habló. –Tu pueblo y mi pueblo y los pueblos del mundo no merecen mi regalo, pero por ser mis hijos y los tuyos, les concederé algo más valioso que lo que me pides... la sabiduría-.
El viejo  se alejó de las montañas en busca de su pueblo para dar la noticia. Luego de siete días de viaje llegó y la sorpresa se hizo ante sus ojos. Un imperio había nacido. Los hijos de sus hijos gobernaban las tierras de Dios y lo hacían a su antojo. Mataban gente y esclavizaban    pueblos vecinos y no tantos. Sacrificaban animales, como ofrendas a su nuevo Dios, embarazaban a mujeres de otros, quemaban las casas de los hombres y se emborrachaban con la sangre de los nietos. El viejo huyó de nuevo a las montañas.
-Que ah pasado mi señor, que a echo- pregunta el viejo sabio llorándole al cielo.
 -Como he dicho, regalé la sabiduría en todos los aspectos, los hombres comieron, bebieron, crecieron, mataron y esclavizaron por no saber utilizar mi poder... solo queda salvar a sus nietos de inmensas injurias... desaparecerá el reino del hombre como también la sabiduría que os otorguéis en lo que dura un Sol de invierno, y no sabrán lo que paso cuando despierten del sueño-.
Y así fue. El imperio se desvaneció, como un suspiro en el viento y el hombre fue menos sabio por creerse superiores entre sí.
  

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